Interesante historia de un equipo de rugby de Hebraica que con poco hizo mucho y superó a
una de las grandes potencias de Argentina en esta disciplina. Fue un momento
que muchos recordarán por siempre.
Corría el año
2008, la Comisión
me había encargado la formación de un equipo juvenil de M17. Había un grupo de
chicos sueltos, serían 5, faltaban mínimo 10 para armar el equipo, estaba
entrenando la M 16 y
M15 junto a Moncho y Fabián Guzman. El trabajo consistía en hacer actividades,
pernoctadas, llevarlos a partidos de rugby, hacer comidas en conjunto, para ir
formando un grupo de amigos y después un equipo de rugby.
Creo que me fui
encariñando con los chicos, contándole historias, escuchando sus dudas y
comentarles el proyecto de armar un equipo, para entrar en el torneo en
perdedores. En un momento se siguieron sumando chicos, pasamos a 8, a 9, a 10. Ya casi teníamos para
jugar partidos con algunos de la M 16.
Llegábamos a 15 e hicimos varios amistosos.
En un momento la M 19, empezó a zozobrar y
quisieron subir esos pocos 10 pibes que me había costado 6 meses de trabajo, de
miles de llamados telefónicos, de irlos a buscar a la casa, etc.
Se impuso mi
idea, por lo que me habían convocado por suerte, y se terminó conformando la División. Sin embargo, no la
pude anotar en perdedores, porque el tiempo ya se había pasado. Me juré a mí
mismo que iba a armar partidos con todos los equipos de la URBA si fuese posible y así fue que jugamos con SIC, CASI, Newman.
Después también con Albatros, Ciudad, GEBA y Las Heras.
El primer
partido de 15 de esa flamante División fue con el SIC, en su cancha, sería un
tercer equipo. Llego con los pibes, les pedí que vinieran con camisa y corbata,
jugábamos con el SIC, era un honor, (algo para motivarlos). Los pibes venían
con todo el entusiasmo, llegué al club, me presenté con uno de los 10 tipos del
SIC, entre entrenadores, ayudantes, coordinadores y managers.
Yo solo con mi
alma y los pibes. Un señor del SIC, muy
educado me pregunta: “¿Usted jugó alguna vez al rugby o es profesor de educación
física?”. Le contesté que “alguna vez jugué”. Lo saludé, le pedí la planilla y
me fui.
Los chicos
salieron a la cancha, le di la entrada en calor, y comenzó el match. Era una
lluvia de trys. Los chicos estaban decepcionados. Chiqui, el más grandote, se
quería agarrar a las piñas, así que los junté en el ingoal y les dije: “Muchachos,
ellos mueven la pelota, son ágiles y buenos, nosotros somos pesados e
inexpertos. No se pasa más la pelota, la agarro y me llevo todo puesto, el que
la pasa, lo saco de la cancha, ¿Entendieron?”. Los chicos se abrazaron y al
unísono exclamaron un sí.
Mi actitud fue
“Bilardista” por así decirlo, pero Hebraica comenzó a hacer try, y otros trys,
y más trys. Tal era lo inexperto de los chicos que no había nadie que pueda
patear las salidas de drop, así que la pateábamos del piso.
Terminó el
partido y ganamos. Los chicos se abrazaban de alegría, yo no lo podía creer. En
el vestuario se pusieron a cantar: “Y dale Hebraica, la p… que lo p…”.
El Mono Fridman,
un amigo, llegó y me dijo que no canten más. Yo entré al vestuario y no los
quería parar, era su primer partido como equipo y habían salido triunfantes. Todos
se pusieron sus sacos y corbatas, pusieron su mejor cara de póker y el
“Hebraica Rugby and Football School“ se sentó a compartir el tercer tiempo.
Por Marcelo
Benjamín Weitzman.
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